Para ti caminante.

Conocer el camino no nos hace más sabios, andarlo con virtud, nos transforma en maestros.

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lunes, 18 de marzo de 2013

Algunos aspirantes espirituales de muy buena fe con muy buenas disposiciones para el trabajo interno, alimentan la falsa idea de que el discípulo que ha logrado establecer contacto con el Maestro, es un ser humano plenamente feliz, libre de esos contratiempos, problemas y dificultades tan comunes al género humano. El contacto con el Maestro, si bien agudiza extraordinariamente la percepción espiritual superior, desarrolla también a extremos inconcebibles la “sensibilidad humana”. Como resultado de ello la vida del discípulo es un permanente centro de tensión, en donde coinciden a la par y a veces por un espacio muy prolongado de tiempo, las energías espirituales superiores y las fuerzas kármicas de la personalidad humana. Existen por una parte las obligaciones naturales y sociales comunes a todas las personas, o sea, los deberes familiares, profesionales y de relación obligada con los demás y, por la otra, los altos deberes impuestos por el grado de desarrollo espiritual alcanzado en el Sendero, así como los que le vienen impuestos por las necesidades de su particular campo de servicio. Esta tensión se agudiza extraordinariamente por el hecho de que siendo la vida del discípulo eminentemente invocativa, atrae sobre sí un elevado tipo de vibraciones que debe tratar de controlar y proyectar convenientemente dentro del campo definido de su esfera de radiación personal. Estas altas vibraciones son de tres tipos: las que proceden de su propia Alma, las que provienen del Ashrama al cual pertenece y las indescriptibles del Maestro que lo está preparando para la iniciación. Mantenerse en equilibrio en el centro de esta triple vertiente de energías superiores de Rayo, es tarea muy difícil, pero forma parte inexorable de la vida del discípulo. VICENTE BELTRAN ANGLADA