Para ti caminante.

Conocer el camino no nos hace más sabios, andarlo con virtud, nos transforma en maestros.

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lunes, 2 de enero de 2023


LA CORRECTA DECISION

1. Quizás pregunte sobre qué debe fundarse una decisión correcta, y responderé en los términos siguientes:
​Sobre lo que se le presenta como oportunidad espiritual, lo cual puede llevar a cabo sin abandonar obligaciones correctas e ineludibles. Digo obligaciones correctas y no inclinaciones de la personalidad.
​Sobre lo que le proporcione un campo más amplio de servicio, para que entren en actividad sus poderes, dones y talentos adquiridos, y le otorgue un desarrollo total que lo capacitará para la próxima vida de actividad.
​Sobre lo que usted puede hacer mejor que nadie. Las puertas se abren y cierran, y el discípulo en entrenamiento tiene que cultivar esa respuesta espiritual e instintiva, que le permitirá saber qué puerta quiere su alma que usted trasponga. (5-200)
2. Su línea de desarrollo es prestar servicio en el mundo. Le corresponde saber y decidir qué dirección tomará ese servicio y en su mente está el germen de esa decisión. Nunca doy instrucciones definidas para regir el servicio que presta un discípulo, porque así no se desarrollan los servidores. (5-275).
3. El discípulo consagrado enfrenta primero, la crisis de la oportunidad y su reconocimiento inteligente. En algún momento el discípulo debe tomar una determinante decisión que oportunamente le indicará la naturaleza característica del servicio que prestará en la vida. Esto tiene lugar generalmente entre los veinticinco y cuarenta años, por lo común alrededor de los treinta y cinco. No me refiero aquí a la decisión que todo hombre capaz y sensato toma, cuando determina el trabajo que realizará, el lugar donde vivirá y sus asociados en su vida; me refiero a la libre decisión...
...después de todas las decisiones menores. La crisis de la oportunidad tiene relación siempre con el servicio que se presta en la vida. Esto es así a pesar del karma o de las condiciones ambientales. No es una decisión de la personalidad, basada en la conveniencia o en móviles terrenos, en la necesidad o en cualquier otra cosa. Es una decisión basada en la relación del alma con la personalidad, y la enfrentan únicamente los discípulos. (6-551).
4. ¿Cómo tomar la correcta decisión? Primero, eliminando el egoísmo y despreocupándose de la felicidad o de las experiencias de la personalidad; segundo, negándose actuar con demasiada rapidez. El discípulo debe saber que al tomar una correcta decisión --que para él será irrevocable--, pone en actividad la energía en las líneas indicadas y, hecha la decisión, sigue lentamente la estela de esa energía. Lo antedicho contiene profundas significaciones, y lo insto a realizar el esfuerzo para comprender lo que quiero significar. (6-627).
5. ¿Qué criterio puede aplicar el hombre para saber cuál de las distintas actividades a emprender es la correcta? En otras palabras, ¿existe un algo revelador que permite al hombre, inequívocamente, elegir la correcta actividad y seguir el camino correcto? La pregunta no se refiere a la elección entre el sendero del esfuerzo espiritual y el camino del hombre mundano, sino a la correcta acción cuando lo enfrenta la elección.
Sin duda, el hombre durante su progreso enfrenta diferenciaciones cada vez más sutiles. La cruda discriminación entre el bien y el mal, que preocupa al alma infantil, es seguida por las diferenciaciones más sutiles de lo correcto o más correcto, elevado o más elevado, y los valores morales o espirituales, deben enfrentarse con la percepción espiritual más meticulosa. En la tensión, en los afanes de la vida y en la constante presión sobre cada uno de quienes constituyen su grupo, la complejidad del problema llega a ser muy grande.
Al resolver estos problemas ciertas amplias discriminaciones pueden preceder a las más sutiles, y cuando se toman estas decisiones, entonces las más sutiles pueden reemplazarlas. la elección entre la acción egoísta y la altruista es la más fácil a seguir al elegir entre lo Correcto y lo incorrecto, y fácilmente es determinada por el alma honesta. Una elección que involucra la discriminación entre el beneficio individual y la responsabilidad grupal, elimina rápidamente otros factores, y esto resulta fácil para el hombre que se hace cargo de su debida responsabilidad. Observen las palabras “debida responsabilidad”. Estamos considerando al hombre normal y sensato y no al fanático, excesivamente escrupuloso y morboso. Luego viene la diferencia entre lo conveniente, implicando los factores de las relaciones comerciales y financieras del plano físico, conducente a una consideración del máximo bien para todos. Después de haber llegado a cierta posición, debido a este triple proceso eliminativo, surgen casos donde aún hay que hacer una elección, donde ni el sentido común ni la lógica ayudan, ni tampoco la razón discriminadora. Sólo está presente el deseo de hacer lo correcto; la intención es actuar en la forma más elevada posible y tomar la línea de acción que produzca el máximo bien para el grupo, independientemente de toda consideración personal. Sin embargo, no se percibe la luz en el sendero a seguirse; tampoco se reconoce la puerta que se debe atravesar, permaneciendo el hombre en un estado de constante indecisión. ¿Qué debe hacerse entonces? Una de estas dos cosas:
Primero, el aspirante puede seguir su inclinación y elegir esa línea de acción que le parece más inteligente y mejor. Esto involucra la creencia en la actuación de la Ley del Karma y también una demostración de esa firme decisión, que es la mejor forma en que su personalidad puede aprender a ajustarse a las decisiones de su propia alma. También implica la capacidad de seguir adelante sobre la base de la decisión tomada, y así atenerse a los resultados, sin malos presentimientos ni vanas lamentaciones.
Segundo, basado en un sentido interno de orientación, el aspirante puede esperar, sabiendo que a su debido tiempo comprobará, al cerrar todas las puertas menos una, cuál es el camino a seguir. Existe sólo una puerta abierta por la que él puede pasar. Es necesaria la intuición para reconocerla. En el primer caso se puede cometer errores, y por medio de éstos el hombre aprende y se enriquece; en el segundo son imposible los errores y sólo puede emprenderse la correcta acción.
Por lo tanto, es evidente que todo se reduce a una comprensión de nuestro lugar en la escala de la evolución. Sólo el hombre altamente evolucionado puede conocer los momentos y las temporadas, y discernir adecuadamente la diferencia sutil entre una tendencia síquica y la intuición.
Al considerar estas dos formas de llegar a una decisión final, el hombre, que emplea su sentido común y toma una línea de acción basada en el empleo de la mente concreta, no debe practicar el método superior de esperar a que se abra una puerta. Espera demasiadas cosas en el lugar en que se encuentra. Debe aprender a resolver sus problemas por la acertada decisión y el correcto empleo de la mente. Progresará mediante dicho método, pues las raíces del conocimiento intuitivo están arraigadas hondamente en el alma y, por consiguiente, debe establecer contacto con el alma antes de poder actuar la intuición. Sólo se dará una sugerencia: la intuición concierne siempre a la actividad grupal y no a los pequeños asuntos personales. Si usted está centrado en la personalidad debe reconocerlo y regir sus acciones con las facultades de que dispone. Si sabe que actúa como alma y se sumerge en el interés de los demás y no está obstaculizado por el deseo egoísta, entonces cumple con la obligación que le corresponde, se hará cargo de su responsabilidad, lleva a cabo su trabajo grupal y se le abre el camino mientras desempeña la tarea que tiene por delante y cumple con su deber más inmediato. Del deber cumplido esmeradamente, surgirán esos deberes mayores que llamamos trabajo mundial; de llevar la carga de la responsabilidad de la familia se fortalecerán nuestros hombros y nos permitirá soportar las del grupo mayor. ¿Cuál es entonces el criterio?
Para el aspirante de grado superior, repito, la elección de la forma de actuar depende del sensato uso de la mente inferior, el empleo de un sólido sentido común y el olvido del bienestar egoísta y la ambición personal. Esto conduce al cumplimiento del deber. El discípulo debe llevar a cabo, necesaria y automáticamente, todo lo antedicho y además utilizar la intuición, que le revelará el momento en que puede hacerse cargo de las responsabilidades grupales más amplias, simultáneamente con las del grupo menor. Reflexionen sobre esto. La intuición no revela la forma en que puede fomentarse la ambición, ni cómo satisfacerse el deseo del progreso egoísta. DK