Para ti caminante.

Conocer el camino no nos hace más sabios, andarlo con virtud, nos transforma en maestros.

Instagram: el.camino.infinito

martes, 28 de febrero de 2023



Realidad de la Inmortalidad y de la Persistencia Eterna 

 El espíritu del hombre es inmortal; perdura eternamente, progresando de un nivel a otro y de una etapa a otra en el Sendero de Evolución, desarrollando constante y correlativamente los atributos y aspectos divinos. Esta verdad implica, necesariamente, el reconocimiento de dos grandes leyes naturales: La Ley de Renacimiento y la Ley de Causa y Efecto. Las iglesias de Occidente rehusaron reconocer oficialmente la Ley de Renacimiento; así se extraviaron en un atolladero teológico y en un callejón sin salida. Las Iglesias de Oriente han recalcado con exceso estas leyes, al punto que predomina en el pueblo una actitud negativa de conformismo hacia la vida y sus procesos, fundándose en una constante renovación de la oportunidad. El cristianismo ha insistido en la inmortalidad, pero afirma que la felicidad eterna depende de la aceptación del dogma teológico que dice: Profesa la verdadera fe cristiana y vivirás eternamente en un fastuoso cielo; rehusa aceptar el dogma cristiano e irás a un infierno indescriptible –infierno surgido de la teología del Antiguo Testamento y de la presentación de un Dios lleno de odio y envidia. Ambos conceptos son hoy rechazados por los pensadores sensatos y sinceros. Nadie que razone o crea en un Dios de Amor acepta el cielo de los eclesiásticos, o tiene deseo de ir al mismo. Tampoco aceptan el “lago que arde con fuego y azufre”, ni la eterna tortura que, según se supone, un Dios de amor condena a todo aquel que no cree en las interpretaciones teológicas de la Edad Media, de los fundamentalistas modernos o eclesiásticos que tratan – mediante la doctrina, el temor y la amenaza— de dominar al pueblo con una enseñanza antigua y caduca. La verdad esencial reside en otra parte. “El hombre cosecha lo que siembra”, verdad que debe ser reafirmada. Con estas palabras San Pablo nos define la antigua y verdadera enseñanza de la Ley de Causa y Efecto, denominada en Oriente la Ley del Karma. A esto agrega, en otra parte, el mandamiento “logra tu propia salvación” y –como esto contradice la enseñanza teológica y sobre todo no puede lograrse en una sola vida— apoya implícitamente la Ley de Renacimiento y hace de la escuela de la vida una experiencia que se repite constantemente hasta que el hombre haya cumplido el mandato del Cristo (lo cual se refiere a todos los hombres) cuando dice: “sed perfectos como vuestro Padre en el Cielo es perfecto”. Al reconocer el resultado de las acciones buenas o malas, y por el constante  renacimiento el hombre alcanza, con el tiempo, “la medida de la estatura de la plenitud del Cristo”. La realidad de esta divinidad innata explica el anhelo que anida en el corazón de todo hombre por superarse, adquirir experiencia, progresar, acrecentar su comprensión y esforzarse constantemente en conquistar las lejanas cumbres que ha visualizado. No existe otra explicación sobre la capacidad que posee el espíritu humano para salir de la oscuridad, del mal y de la muerte, y entrar en la vida y el bien. Tal surgimiento ha sido infaliblemente la historia del hombre. Siempre le acontece algo al alma humana que la proyecta más allá de la Fuente de todo Bien. Nada en la tierra puede detener este acercamiento a Dios.

Los Problemas de la Humanidad Por el Maestro Tibetano Djwhal Khul