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jueves, 14 de marzo de 2024


 ELIMINACIÓN DE FORMAS MENTALES.


Al tratar este tema (que sólo puedo hacerlo muy brevemente) dos cosas deben tenerse presente:

1. Que consideramos únicamente la idea que tiene la mente acerca del alma y el hecho básico de la ilusión que ha controlado todo el ciclo de encarnación  y mantiene al alma prisionera en la forma. Para el alma, la personalidad significa dos cosas:

a. La capacidad de identificarse con la forma; ante todo, esto lo realiza el alma cuando la personalidad comienza a reaccionar al obtener cierta medida de real integración.

b. La oportunidad para recibir la iniciación.

2. Que la eliminación de la forma mental de la personalidad, que llega a consumarse en la tercera iniciación, constituye una gran iniciación para el alma en su propio plano. Por esta razón la tercera iniciación es considerada como la primera iniciación mayor, pues las dos iniciaciones anteriores producen muy poco efecto sobre el alma y sólo afectan al alma encarnada, el “fragmento” del todo.

Estos hechos son muy poco comprendidos y raras veces acentuados en la literatura publicada hasta ahora, donde el énfasis fue puesto siempre sobre las iniciaciones, en lo que afectan al discípulo en los tres mundos. Pero me ocupo específicamente de las iniciaciones en lo que afectan o no al alma, influyendo sobre su reflejo, la personalidad en los tres mundos. Por lo tanto, lo que he dicho tendrá poco significado para el lector común.

Desde el ángulo del yo personal, que se considera a sí mismo como el Morador en el Umbral, la actitud o estado mental ha sido inadecuadamente descrito como de total absorción en la luz del alma; tal es, la Gloria de la Presencia, transmutada por el Ángel, que la personalidad, con sus demandas y aspiraciones, desaparece completamente. Sólo queda el cascarón, la envoltura y el instrumento a través del cual la luz solar puede afluir para ayudar a la humanidad. Hasta cierto punto esto es verdad, pero –en último análisis– sólo es el intento del hombre para explicar con palabras los efectos transmutadores y transfiguradores de la tercera iniciación, lo cual no puede llevarse a cabo.

Infinitamente más difícil es el esfuerzo que realizo para des- cribir la actitud y las reacciones del alma, el yo uno, el Maestro en el corazón, cuando reconoce el maravilloso hecho de su propia y esencial liberación, y de una vez por todas se da cuenta de que ahora es incapaz de responder a las vibraciones inferiores de los tres mundos, tal como son transmitidas al alma por su instrumento de contacto, la forma de la personalidad, forma que es ya incapaz de tal transmisión.

La segunda reacción del alma, una vez enfocada y aceptada esta comprensión, es que la liberación –cuando se ha logrado– presenta sus propias demandas:

1. Una vida de servicio en los tres mundos, muy familiar, aunque totalmente trascendida.

2. Un influyente sentido de amor dirigido a aquellos que aún buscan la liberación.

3. Un reconocimiento del triángulo esencial, convertido ahora en el centro de la vida conceptual del alma:

El alma ahora vibra entre los dos puntos o pares de opuestos y actúa como centro invocador y evocador.

Ninguno de los conocimientos mencionados pueden ser registrados en la conciencia cerebral o en la mente de la personalidad iluminada. Teóricamente puede percibirse alguna tenue visión de las posibilidades inherentes, pero ya no es la conciencia del discípulo servidor en los tres mundos, empleando la mente, las emociones y el cuerpo físico para llevar a cabo, en lo posible, el mandato y la intención jerárquica. Esto ha desaparecido con la muerte de la conciencia de la personalidad.

La conciencia es ahora la del alma misma, consciente de que no existe separación, instintivamente activa, espiritualmente obsesada por los planes del Reino de Dios, y totalmente libre de la atracción o del más leve control de la materia-forma; sin embargo, el alma responde aún a la sustancia-energía, y está sumergida en ella, y su analogía superior actúa todavía en los niveles del plano físico cósmico –los planos búdico, átmico, monádico y logoico–.

¿Qué debe hacerse si queremos que la vida del alma sea plena y completa y tan enteramente incluyente que los tres mundos formen parte de su zona de percepción y su campo de servicio? La única forma en que puedo aclarar lo que debe realizar el alma, después de la tercera iniciación, puede resumirse de dos maneras:

Primero:    El alma llega a ser un creador consciente, porque el tercer aspecto –desarrollado y dominado mediante la experiencia en los tres mundos, durante el largo ciclo de encarnaciones– ha alcanzado un grado de actividad perfecta. En términos técnicos diré: la energía de los pétalos de conocimiento y la energía de los pétalos de amor están tan activamente fusionadas y mezcladas, que dos de los pétalos internos, rodeando la joya en el loto, ya no velan esta joya. Hablo aquí simbólicamente. Debido a este acontecimiento, la muerte o la eliminación de la personalidad constituye la primera actividad en el drama de la creación consciente, y la primera forma creada por el alma es un sustituto de la personalidad. Así se crea un instrumento para el servicio en los tres mundos. Sin embargo, esta vez es un instrumento sin vida, deseos, ambiciones ni poder propio para pensar. Es sólo una envoltura de sustancia, animada por la vida del alma, pero que –al mismo tiempo– responde y se adecua al período, a la raza y a las condiciones ambientales, donde el alma creadora ha elegido actuar. Reflexionen sobre esta afirmación y acentúen las palabras “adecuada a él”.

Segundo: El alma entonces se prepara para la futura cuarta iniciación. Es básicamente una experiencia monádica, y da por resultado –como bien saben– la desaparición o destrucción del vehículo del alma o cuerpo causal, y el establecimiento, por lo tanto, de una relación directa entre la mónada en su propio plano y la personalidad recientemente creada, vía el antakarana.

He presentado por primera vez, en orden consecutivo, estos dos puntos impartidos en la enseñanza esotérica; sin embargo, las insinuaciones han preparado el camino para ambos hechos. También he dado información acerca del mayavirupa, a través del cual el Maestro actúa y establece contacto con los tres mundos que Él crea deliberadamente a fin de servir Sus propósitos y planes. Constituye un sustituto definido de la personalidad y sólo puede ser creado cuando la vieja personalidad (construida y desarrollada durante el ciclo de encarnación) ha sido eliminada.

Prefiero utilizar la palabra “eliminada” en vez de “destruida”. La estructura –en el momento de la eliminación– persiste, pero su vida separatista ha desaparecido.

Si reflexionan con toda claridad acerca de esta afirmación, observarán que ahora es posible lograr una total integración. La vida de la personalidad ha sido absorbida; todavía queda la forma de la personalidad, pero persiste sin tener verdadera vida propia; ello significa que ya puede ser la receptora de energías y fuerzas que necesita el Iniciado activo o Maestro, a fin de llevar a cabo la tarea de salvar a la humanidad. Los estudiantes hallarán de valor estudiar las tres “apariciones de Cristo”, tal como están registradas en El Evangelio:

1. Su aparición transfigurada, en el Monte de la Transfiguración. Ese episodio describe simbólicamente a la radiante alma y también a los tres cuerpos abandonados por la personalidad, e insinúa además la futura construcción de un vehículo de manifestación. San Pedro dijo: “Señor, construyamos aquí tres chozas” o tabernáculos.

2. Su aparición como la verdad misma (silenciosa, aunque presente), ante la barra o tribunal de justicia de Pilatos, repudiado por el mundo de los hombres, pero reconocido por la Jerarquía.

3. Su radiante aparición, después de la iniciación de la resurrección:

a. A la mujer en el sepulcro –simbolizando Su contacto con la Humanidad–.

b. A los dos  discípulos en el camino  hacia Emaús  –simbolizando Su contacto con la Jerarquía–.

c. A los doce discípulos en la cámara superior – simbolizando Su contacto con la Cámara del Concilio del Señor del Mundo en Shamballa–.

Por lo antedicho podrán ver la naturaleza efectiva de los resultados a que me he referido anteriormente en esta instrucción. El discípulo que ha eliminado (en el sentido técnico así como en el místico) el aferramiento de la personalidad, posee ahora la “libertad que otorga el Ashrama”, según se lo denomina, pudiendo moverse a voluntad entre sus discípulos e iniciados. Nada existirá en su vida o cualidad vibratoria, que perturbe el ritmo del Ashrama; no existirá nada que obligue al Maestro a una “intervención pacífica”, como frecuentemente sucede durante las primeras etapas del discipulado; nada puede ya interferir en esos contactos y esferas de influencia superiores, sellados hasta ahora para el discípulo, por la intromisión de su propia personalidad.

REFERENCIAS:
Tratado sobre los Siete Rayos. Tomo IV, pág. 378/381.