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jueves, 12 de septiembre de 2024


                          La Revelación de la "Presencia".


 Durante los períodos finales del cielo de encarnaciones, donde el hombre hace malabarismos con los pares de opuestos y que, a través de la discriminación está siendo consciente de la realidad y de la irrealidad, surge en su mente la comprensión de que él mismo es una Existencia inmortal, un Dios imperecedero y una parte de lo Infinito. Cada vez se hace más evidente el eslabón entre el hombre en el plano físico y este Regidor interno, hasta que sobreviene la gran revelación. Llega un momento en la existencia del hombre en que se encara conscientemente con su yo real, y sabe que él es ese yo en realidad y no en teoría. Adquiere conciencia del Dios interno, no por medio del oído ni de su atención a la voz interna que dirige y controla, denominada la "voz de la conciencia", sino por medio de la percepción y de la visión directa. Ahora responde no sólo a lo que oye sino también a lo que ve. Sabemos que los primeros sentidos que el niño desarrolla son: el oído, el tacto y la vista. El niño percibe el sonido y vuelve la cabeza; palpa y toca; finalmente ve conscientemente y estos tres sentidos coordinan la personalidad. Éstos son los tres sentidos vitales. Le siguen el gusto y el olfato, pero no son indispensables, en la vida y aunque carezca de ellos, el hombre no tiene ningún obstáculo para establecer contactos en el plano físico. En la senda del desarrollo interno o subjetivo, rige la misma secuencia. El oído -responde a la voz de la conciencia, a medida que guía, dirige y controla. Esto abarca el período de la evolución estrictamente normal. El tacto -responde al control o vibración, y reconoce lo que está fuera de una unidad humana separada en el plano físico. Abarca el período del gradual desenvolvimiento espiritual, los senderos de probación y del discipulado, hasta el portal de la iniciación. El hombre entra periódicamente en contacto con lo que es superior a él, adquiere conciencia del “toque” del Maestro, de las vibraciones egoica y grupal, y por medio del sentido oculto del tacto se familiariza con lo interno y sutil. Procura alcanzar aquello que concierne al yo superior y al tocar las cosas invisibles, se habitúa a ellas. La vista -esa visión interna que se adquiere por medio del proceso de la iniciación y que después de todo sólo es el reconocimiento de las facultades siempre presentes aunque desconocidas. Así como el niño nace con los ojos perfectamente sanos y llega un día en que lo primero que se observa es su reconocimiento consciente de lo que ve, así también ocurre con el individuo que se está desarrollando espiritualmente. El medio para la visión interna siempre existió y lo que puede verse está siempre presente, pero la mayoría de las personas no lo reconocen. Este "reconocimiento" por el iniciado, es el primer gran paso en la ceremonia de la iniciación y hasta no trascenderlo se postergan las demás etapas. En cada iniciación el reconocimiento es distinto y puede sintetizarse de la manera siguiente: 58 El ego, reflejo de la mónada, es en sí una triplicidad, como lo es todo en la naturaleza. Refleja los tres aspectos de la divinidad, así como la mónada refleja, en un plano superior, los tres --voluntad, amor-sabiduría e inteligencia activa- de la Deidad. Por lo tanto: En la primera iniciación, el iniciado llega a ser consciente del tercer aspecto, o aspecto inferior del ego, el de la inteligencia activa. Se enfrenta con la manifestación del gran ángel solar (pitri) que es él mismo, el auténtico yo. Entonces conoce, sin lugar a duda, que esa manifestación de inteligencia es esa Entidad eterna que, a través de las épocas, ha demostrado sus poderes en el plano físico por medio de sucesivas encarnaciones. En la segunda iniciación, esta gran Presencia se ve como una dualidad, y otro aspecto brilla ante él. Se da cuenta que esta radiante Vida identificada consigo mismo, no sólo actúa con inteligencia, sino que su origen es amor-sabiduría. Fusiona su conciencia con dicha Vida y se hace uno con ella, a fin de que en el plano físico, mediante e1 yo personal, esa Vida se vea como amor inteligente, expresándose a sí mismo. En la tercera iniciación, el ego se presenta ante el iniciado como triplicidad perfeccionada. No sólo conoce el yo como amor inteligente activo, sino que se revela también como voluntad o propósito fundamental, con el cual el hombre e se identifica inmediatamente y sabe que los tres mundos no contienen nada para él en el futuro, sólo sirven como esfera de servicio activo, manifestándose como amor para lograr un propósito, oculto durante edades en el corazón del yo. Habiéndose revelado ese propósito, puede entonces colaborar con él inteligentemente y así madurarlo.

Iniciación Humana y Solar (DK). Pag.58