LA CEGUERA OCULTA
1. La ceguera constituye el preludio de la iniciación en cualquier grado
que sea. Durante la última y más elevada iniciación llega a su fin la
“tendencia a la ceguera”. La ceguera es natural, innata, inevitable e
impenetrable, en las primeras etapas de la evolución. Durante edades el hombre
camina en la oscuridad. Luego llega la etapa donde la ceguera normal constituye
una protección, pero también entra en una fase donde puede vencerla. La ceguera
a que me he referido, técnicamente hablando, es algo diferente. En cuanto el
ser humano obtiene la primera tenue vislumbre de ese “otro algo”, y se ve a sí
mismo como yuxtapuesto a esa realidad distante e imperceptiblemente sentida, la
ceguera mencionada es algo impuesto por el alma al apresurado aspirante,
a fin de que las lecciones de la experiencia consciente, del discipulado y
posteriormente de la iniciación, puedan asimilarse y expresarse correctamente;
por su intermedio se protege el apresurado buscador contra un rápido y
superficial progreso. Lo que espera descubrir el Instructor interno, y
posteriormente el Maestro, es hondura y un profundo “enraizamiento” (si puedo
emplear tal palabra), y la “ceguera oculta”, su necesidad, su inteligente
manejo y su ultérrima eliminación, forman parte del programa impuesto al
aspirante...
La ceguera es por lo tanto, esotéricamente hablando, el lugar del aprendizaje
y está relacionada con la doctrina del ojo, de la garganta y del corazón. No
lo está con la tenue visión, la percepción de verdades a medias y los
balbuceos del aspirante cuando está aprendiendo a conocerse a sí mismo o cuando
visualiza la meta y trata de recorrer el sendero, condición muy familiar a la
cual están sujetos todos los principiantes sin poder evitarla, pues es
inherente a sus naturalezas. La ceguera oculta es inducida espiritualmente y
oscurece la gloria y la prometida realización y recompensa. El discípulo debe
depender de sí mismo. Sólo puede ver su problema, su pequeño campo de
experiencia y su - para él - débil y limitado equipo. Cuando el profeta Elías
habla de dar al aspirante “los tesoros de la oscuridad” se refiere a esa etapa.
La belleza de lo inmediato, la gloria de la oportunidad presente y la necesidad
de abocarse a la tarea y al servicio, constituyen la recompensa para seguir
adelante en la aparentemente impenetrable oscuridad. Para el iniciado, la
ceguera es más esotérica; para él no existe en absoluto la luz - ninguna luz
terrenal ni tampoco en los tres mundos. Sólo existe oscuridad. El místico lo
denomina “la oscura noche del alma”. (18-169/70)
2. Los velos cumplen su cometido; la ceguera nutre y protege, siempre que
sea innata y natural, impuesta por el alma o espiritualmente engendrada. Si ha
sido ansiosamente autoinducida, si constituye una excusa por el conocimiento
adquirido, si es asumida a fin de evitar responsabilidad, entonces penetra el
pecado y surgen las dificultades, y todos ustedes deben protegerse de esto.
(18-172)
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