Para ti caminante.

Conocer el camino no nos hace más sabios, andarlo con virtud, nos transforma en maestros.

Instagram: el.camino.infinito

jueves, 12 de septiembre de 2024


                          La Revelación de la "Presencia".


 Durante los períodos finales del cielo de encarnaciones, donde el hombre hace malabarismos con los pares de opuestos y que, a través de la discriminación está siendo consciente de la realidad y de la irrealidad, surge en su mente la comprensión de que él mismo es una Existencia inmortal, un Dios imperecedero y una parte de lo Infinito. Cada vez se hace más evidente el eslabón entre el hombre en el plano físico y este Regidor interno, hasta que sobreviene la gran revelación. Llega un momento en la existencia del hombre en que se encara conscientemente con su yo real, y sabe que él es ese yo en realidad y no en teoría. Adquiere conciencia del Dios interno, no por medio del oído ni de su atención a la voz interna que dirige y controla, denominada la "voz de la conciencia", sino por medio de la percepción y de la visión directa. Ahora responde no sólo a lo que oye sino también a lo que ve. Sabemos que los primeros sentidos que el niño desarrolla son: el oído, el tacto y la vista. El niño percibe el sonido y vuelve la cabeza; palpa y toca; finalmente ve conscientemente y estos tres sentidos coordinan la personalidad. Éstos son los tres sentidos vitales. Le siguen el gusto y el olfato, pero no son indispensables, en la vida y aunque carezca de ellos, el hombre no tiene ningún obstáculo para establecer contactos en el plano físico. En la senda del desarrollo interno o subjetivo, rige la misma secuencia. El oído -responde a la voz de la conciencia, a medida que guía, dirige y controla. Esto abarca el período de la evolución estrictamente normal. El tacto -responde al control o vibración, y reconoce lo que está fuera de una unidad humana separada en el plano físico. Abarca el período del gradual desenvolvimiento espiritual, los senderos de probación y del discipulado, hasta el portal de la iniciación. El hombre entra periódicamente en contacto con lo que es superior a él, adquiere conciencia del “toque” del Maestro, de las vibraciones egoica y grupal, y por medio del sentido oculto del tacto se familiariza con lo interno y sutil. Procura alcanzar aquello que concierne al yo superior y al tocar las cosas invisibles, se habitúa a ellas. La vista -esa visión interna que se adquiere por medio del proceso de la iniciación y que después de todo sólo es el reconocimiento de las facultades siempre presentes aunque desconocidas. Así como el niño nace con los ojos perfectamente sanos y llega un día en que lo primero que se observa es su reconocimiento consciente de lo que ve, así también ocurre con el individuo que se está desarrollando espiritualmente. El medio para la visión interna siempre existió y lo que puede verse está siempre presente, pero la mayoría de las personas no lo reconocen. Este "reconocimiento" por el iniciado, es el primer gran paso en la ceremonia de la iniciación y hasta no trascenderlo se postergan las demás etapas. En cada iniciación el reconocimiento es distinto y puede sintetizarse de la manera siguiente: 58 El ego, reflejo de la mónada, es en sí una triplicidad, como lo es todo en la naturaleza. Refleja los tres aspectos de la divinidad, así como la mónada refleja, en un plano superior, los tres --voluntad, amor-sabiduría e inteligencia activa- de la Deidad. Por lo tanto: En la primera iniciación, el iniciado llega a ser consciente del tercer aspecto, o aspecto inferior del ego, el de la inteligencia activa. Se enfrenta con la manifestación del gran ángel solar (pitri) que es él mismo, el auténtico yo. Entonces conoce, sin lugar a duda, que esa manifestación de inteligencia es esa Entidad eterna que, a través de las épocas, ha demostrado sus poderes en el plano físico por medio de sucesivas encarnaciones. En la segunda iniciación, esta gran Presencia se ve como una dualidad, y otro aspecto brilla ante él. Se da cuenta que esta radiante Vida identificada consigo mismo, no sólo actúa con inteligencia, sino que su origen es amor-sabiduría. Fusiona su conciencia con dicha Vida y se hace uno con ella, a fin de que en el plano físico, mediante e1 yo personal, esa Vida se vea como amor inteligente, expresándose a sí mismo. En la tercera iniciación, el ego se presenta ante el iniciado como triplicidad perfeccionada. No sólo conoce el yo como amor inteligente activo, sino que se revela también como voluntad o propósito fundamental, con el cual el hombre e se identifica inmediatamente y sabe que los tres mundos no contienen nada para él en el futuro, sólo sirven como esfera de servicio activo, manifestándose como amor para lograr un propósito, oculto durante edades en el corazón del yo. Habiéndose revelado ese propósito, puede entonces colaborar con él inteligentemente y así madurarlo.

Iniciación Humana y Solar (DK). Pag.58

miércoles, 17 de julio de 2024


 Por la Dra. Annie Besant

 Entre todas las religiones del mundo, el Hinduismo es el único que ha elevado al pináculo más alto la idea del deber; el que ha desarrollado el significado del mismo en los diversos aspectos de la vida. La palabra Dharma, que emplean los hindúes para expresarlo, significa mucho más que deber. Implica el reconocimiento del pasado del hombre mediante el cual ha llega do a ser lo que es; a medida que ha evoluciona do, en el trascurso de muchas vidas, bajo el constante impulso de la ley, el hombre ha llegado al punto en que hoy se encuentra; el paso inmediato adelante, para el cual está dotado y mediante el cual progresará al máximo de su capacidad, se lo indican los resultados de la acción pasada de la ley que guía su evolución. Dar tal paso es su Dharma. Su pasado lo ha asociado con muchos individuos, a algunos de los cuales ha perjudicado, mientras algunos lo han perjudicado a él; cumplir los deberes y obligaciones que tales relaciones en el pasado le imponen es su Dharma. El cumplimiento del mismo hará posible un mayor progreso; aprender a comprenderlo y cumplirlo concienzudamente es, verdaderamente, para cada uno el camino hacia el puerto seguro de la felicidad. El Dharma de un individuo no varía ni desaparece por el hecho de que otros no cum plan con el suyo con respecto a él. No es un con trato en que la falta de cumplimiento de una de las partes exima a la otra de cumplirlo. Es una obligación imperativa, por la cual cada uno ha de responder a su conciencia y a su destino. Deber es lo que debemos a alguien o a algo fuera de nosotros mismos; una obligación que el honor nos compele a cumplir. El Regente Interno ordena y Su orden lleva implícito el carácter de obligación; es decir que debemos hacer tal o cual cosa. La desobediencia a cumplir tal obligación lleva consigo un sentimiento de descontento, de desarmonía, de conflicto (conflicto real entre los bajos deseos y la Voluntad superior). Lo inferior  se declara en rebeldía contra lo superior y el ente ro reino interior de nuestra vida cae en desorden. Si no se siente tal conflicto, si el individuo puede dejar de cumplir sus obligaciones sin sentir molestia ni malestar, es señal de que su naturaleza superior no ha despertado todavía; que se encuentra en una condición poco evolucionada, en que la mente y los deseos están en el grado de conciencia humana todavía activa en el cerebro, está completamente identificado con ellos, y no se da cuenta de impulsos procedentes de su verdadero Ser. Por tanto, ha de ser arrastrado por su conciencia a múltiples experiencias, placenteras unas, dolorosas otras, las cuales harán que aprenda gradualmente, por desengaños, sufrimientos y dolores, que la falta de cumplimiento de los debe res es la causa del malestar. En un mundo regido por la ley, en un mundo de innumerables obligaciones originadas en las relaciones de los seres humanos entre sí, no puede evitar el sufrimiento quien temerariamente pasa por alto sus obligaciones para con los demás. Llega un momento en que el sufrimiento se hace tan intenso que es intolerable; pero como no comprende de otra manera, la intensidad del mismo lo fuerza con el tiempo a cumplir con su deber. ¡Cuánto más racional y sano es reconocer nuestra posición y cumplir voluntariamente con los ojos abiertos, en vez de ser manejado como esclavo desobediente, sangrando bajo las agudas lanzas del dolor! El Ideal del Deber es el grato reconocimiento de la Voluntad del Todo con la cual la voluntad de la parte se ha de poner en armonía; de la Voluntad de Dios, con la cual la voluntad humana ha de cooperar para el bien de todos. El Deber entonces deja de ser una imposición de fuera y se convierte en impulso interior, pues se percibe la voluntad humana como parte de la Voluntad Divina; con tal reconocimiento se siente que la Voluntad de Dios es la propia voluntad del hombre, y este obra con absoluta espontaneidad, por que al cumplir con su deber lo hace por su propia voluntad, con un sentimiento de perfecta libertad. Deber entonces no es el severo mandato de Dios, sino la gozosa realización de los más profundos anhelos del corazón; es un amigo sonriente y no un amo austero; se busca con ansia y se obedece con amor. Entonces, y sólo entonces, se llega a la actitud de “servicio” que es perfecta libertad, por cuanto una sola voluntad impulsa en Dios y en el hombre. ¿Cómo hemos de conducirnos para que marchemos definitivamente hacia ese ideal, porque nadie lo alcanza sin prolongado y continuo esfuerzo? Hay una sola manera, un solo método, lento y trabajoso. Tenemos que moldear resueltamente,  cada día y a todas horas, nuestros pensamientos, deseos y acciones de acuerdo con el ideal más elevado que podamos concebir; jamás debemos escoger los bajos cuando los más elevados estén ante nosotros; ni caminar por la senda inferior cuando la superior está abierta a nuestro paso. Día a día hemos de meditar sobre la unidad de las naturalezas divina y humana y adquirir conciencia de nuestro ser divino; pensar desde el centro y no desde la circunferencia. Al principio, esto nos parecerá artificial más que real, pero si perseveramos, gradualmente se realizará el cambio de conciencia, y primero en chispazos y vislumbres momentáneos y más tarde como experiencia continuada, vendremos a reconocernos como divinos. “Devenid lo que sois”, clama San Anselmo; devenid en manifestación y en conciencia despierta lo que sois en latencia. Dejad que el Dios Oculto resplandezca, que las potencialidades se hagan actualidades; entonces el Ideal del Deber vendrá a ser la actividad consciente de una consciente Voluntad Libre. 

 Extraído de Revista Sophia, Vol. VII, Nro. 1, Enero de 1944

jueves, 14 de marzo de 2024


 ELIMINACIÓN DE FORMAS MENTALES.


Al tratar este tema (que sólo puedo hacerlo muy brevemente) dos cosas deben tenerse presente:

1. Que consideramos únicamente la idea que tiene la mente acerca del alma y el hecho básico de la ilusión que ha controlado todo el ciclo de encarnación  y mantiene al alma prisionera en la forma. Para el alma, la personalidad significa dos cosas:

a. La capacidad de identificarse con la forma; ante todo, esto lo realiza el alma cuando la personalidad comienza a reaccionar al obtener cierta medida de real integración.

b. La oportunidad para recibir la iniciación.

2. Que la eliminación de la forma mental de la personalidad, que llega a consumarse en la tercera iniciación, constituye una gran iniciación para el alma en su propio plano. Por esta razón la tercera iniciación es considerada como la primera iniciación mayor, pues las dos iniciaciones anteriores producen muy poco efecto sobre el alma y sólo afectan al alma encarnada, el “fragmento” del todo.

Estos hechos son muy poco comprendidos y raras veces acentuados en la literatura publicada hasta ahora, donde el énfasis fue puesto siempre sobre las iniciaciones, en lo que afectan al discípulo en los tres mundos. Pero me ocupo específicamente de las iniciaciones en lo que afectan o no al alma, influyendo sobre su reflejo, la personalidad en los tres mundos. Por lo tanto, lo que he dicho tendrá poco significado para el lector común.

Desde el ángulo del yo personal, que se considera a sí mismo como el Morador en el Umbral, la actitud o estado mental ha sido inadecuadamente descrito como de total absorción en la luz del alma; tal es, la Gloria de la Presencia, transmutada por el Ángel, que la personalidad, con sus demandas y aspiraciones, desaparece completamente. Sólo queda el cascarón, la envoltura y el instrumento a través del cual la luz solar puede afluir para ayudar a la humanidad. Hasta cierto punto esto es verdad, pero –en último análisis– sólo es el intento del hombre para explicar con palabras los efectos transmutadores y transfiguradores de la tercera iniciación, lo cual no puede llevarse a cabo.

Infinitamente más difícil es el esfuerzo que realizo para des- cribir la actitud y las reacciones del alma, el yo uno, el Maestro en el corazón, cuando reconoce el maravilloso hecho de su propia y esencial liberación, y de una vez por todas se da cuenta de que ahora es incapaz de responder a las vibraciones inferiores de los tres mundos, tal como son transmitidas al alma por su instrumento de contacto, la forma de la personalidad, forma que es ya incapaz de tal transmisión.

La segunda reacción del alma, una vez enfocada y aceptada esta comprensión, es que la liberación –cuando se ha logrado– presenta sus propias demandas:

1. Una vida de servicio en los tres mundos, muy familiar, aunque totalmente trascendida.

2. Un influyente sentido de amor dirigido a aquellos que aún buscan la liberación.

3. Un reconocimiento del triángulo esencial, convertido ahora en el centro de la vida conceptual del alma:

El alma ahora vibra entre los dos puntos o pares de opuestos y actúa como centro invocador y evocador.

Ninguno de los conocimientos mencionados pueden ser registrados en la conciencia cerebral o en la mente de la personalidad iluminada. Teóricamente puede percibirse alguna tenue visión de las posibilidades inherentes, pero ya no es la conciencia del discípulo servidor en los tres mundos, empleando la mente, las emociones y el cuerpo físico para llevar a cabo, en lo posible, el mandato y la intención jerárquica. Esto ha desaparecido con la muerte de la conciencia de la personalidad.

La conciencia es ahora la del alma misma, consciente de que no existe separación, instintivamente activa, espiritualmente obsesada por los planes del Reino de Dios, y totalmente libre de la atracción o del más leve control de la materia-forma; sin embargo, el alma responde aún a la sustancia-energía, y está sumergida en ella, y su analogía superior actúa todavía en los niveles del plano físico cósmico –los planos búdico, átmico, monádico y logoico–.

¿Qué debe hacerse si queremos que la vida del alma sea plena y completa y tan enteramente incluyente que los tres mundos formen parte de su zona de percepción y su campo de servicio? La única forma en que puedo aclarar lo que debe realizar el alma, después de la tercera iniciación, puede resumirse de dos maneras:

Primero:    El alma llega a ser un creador consciente, porque el tercer aspecto –desarrollado y dominado mediante la experiencia en los tres mundos, durante el largo ciclo de encarnaciones– ha alcanzado un grado de actividad perfecta. En términos técnicos diré: la energía de los pétalos de conocimiento y la energía de los pétalos de amor están tan activamente fusionadas y mezcladas, que dos de los pétalos internos, rodeando la joya en el loto, ya no velan esta joya. Hablo aquí simbólicamente. Debido a este acontecimiento, la muerte o la eliminación de la personalidad constituye la primera actividad en el drama de la creación consciente, y la primera forma creada por el alma es un sustituto de la personalidad. Así se crea un instrumento para el servicio en los tres mundos. Sin embargo, esta vez es un instrumento sin vida, deseos, ambiciones ni poder propio para pensar. Es sólo una envoltura de sustancia, animada por la vida del alma, pero que –al mismo tiempo– responde y se adecua al período, a la raza y a las condiciones ambientales, donde el alma creadora ha elegido actuar. Reflexionen sobre esta afirmación y acentúen las palabras “adecuada a él”.

Segundo: El alma entonces se prepara para la futura cuarta iniciación. Es básicamente una experiencia monádica, y da por resultado –como bien saben– la desaparición o destrucción del vehículo del alma o cuerpo causal, y el establecimiento, por lo tanto, de una relación directa entre la mónada en su propio plano y la personalidad recientemente creada, vía el antakarana.

He presentado por primera vez, en orden consecutivo, estos dos puntos impartidos en la enseñanza esotérica; sin embargo, las insinuaciones han preparado el camino para ambos hechos. También he dado información acerca del mayavirupa, a través del cual el Maestro actúa y establece contacto con los tres mundos que Él crea deliberadamente a fin de servir Sus propósitos y planes. Constituye un sustituto definido de la personalidad y sólo puede ser creado cuando la vieja personalidad (construida y desarrollada durante el ciclo de encarnación) ha sido eliminada.

Prefiero utilizar la palabra “eliminada” en vez de “destruida”. La estructura –en el momento de la eliminación– persiste, pero su vida separatista ha desaparecido.

Si reflexionan con toda claridad acerca de esta afirmación, observarán que ahora es posible lograr una total integración. La vida de la personalidad ha sido absorbida; todavía queda la forma de la personalidad, pero persiste sin tener verdadera vida propia; ello significa que ya puede ser la receptora de energías y fuerzas que necesita el Iniciado activo o Maestro, a fin de llevar a cabo la tarea de salvar a la humanidad. Los estudiantes hallarán de valor estudiar las tres “apariciones de Cristo”, tal como están registradas en El Evangelio:

1. Su aparición transfigurada, en el Monte de la Transfiguración. Ese episodio describe simbólicamente a la radiante alma y también a los tres cuerpos abandonados por la personalidad, e insinúa además la futura construcción de un vehículo de manifestación. San Pedro dijo: “Señor, construyamos aquí tres chozas” o tabernáculos.

2. Su aparición como la verdad misma (silenciosa, aunque presente), ante la barra o tribunal de justicia de Pilatos, repudiado por el mundo de los hombres, pero reconocido por la Jerarquía.

3. Su radiante aparición, después de la iniciación de la resurrección:

a. A la mujer en el sepulcro –simbolizando Su contacto con la Humanidad–.

b. A los dos  discípulos en el camino  hacia Emaús  –simbolizando Su contacto con la Jerarquía–.

c. A los doce discípulos en la cámara superior – simbolizando Su contacto con la Cámara del Concilio del Señor del Mundo en Shamballa–.

Por lo antedicho podrán ver la naturaleza efectiva de los resultados a que me he referido anteriormente en esta instrucción. El discípulo que ha eliminado (en el sentido técnico así como en el místico) el aferramiento de la personalidad, posee ahora la “libertad que otorga el Ashrama”, según se lo denomina, pudiendo moverse a voluntad entre sus discípulos e iniciados. Nada existirá en su vida o cualidad vibratoria, que perturbe el ritmo del Ashrama; no existirá nada que obligue al Maestro a una “intervención pacífica”, como frecuentemente sucede durante las primeras etapas del discipulado; nada puede ya interferir en esos contactos y esferas de influencia superiores, sellados hasta ahora para el discípulo, por la intromisión de su propia personalidad.

REFERENCIAS:
Tratado sobre los Siete Rayos. Tomo IV, pág. 378/381.

jueves, 18 de enero de 2024


                                                        CICLOS (IMPULSOS CICLICOS)

 “La meditación del alma es de naturaleza rítmica y cíclica, como lo es todo en el cosmos. El alma respira y su forma vive por ello”.
Hay un flujo y reflujo en toda la naturaleza, y en la marea del océano vemos la maravillosa representación de una ley eterna. A medida que el aspirante se ajusta a las mareas de la vida del alma, empieza a darse cuenta que existe un constante flujo, vitalización y estímulo, seguido por el reflujo inevitable y seguro de las inmutables leyes de la fuerza. Este flujo y reflujo puede verse actuar en los procesos de la muerte y de la reencarnación. También se puede ver en el proceso de las vidas del hombre, porque algunas vidas son aparentemente pasivas e intrascendentes, lentas e inertes, desde el ángulo de la experiencia del alma, mientras que otra son vibrantes, plenas de experiencia y desarrollo. Esto deben recordarlo todos los trabajadores cuando procuran ayudar a otros a vivir correctamente.
Estos impulsos cíclicos son también más frecuentes, rápidos y fuertes, en la vida del discípulo que en la vida del hombre común, algo muy importante para nosotros, los cuales alternan con penosa rapidez. La conocida experiencia del místico en la montaña y en el valle, es sólo una forma de expresar este flujo y reflujo. A veces el discípulo camina en la luz del sol y otras en la oscuridad; unas veces conoce la alegría de la plena comunión y otras todo es oscuro y estéril; otras veces su servicio es una experiencia satisfactoria y fructífera, y cree que realmente puede ayudar, pero en otros casos siente que no tiene nada que dar y que su servicio es infecundo y sin resultado. Hay días en que todo lo ve claro y tiene la sensación de estar en la cima de la montaña, contemplando un paisaje bañado por el sol, donde todo se presenta nítido ante su vista. sabe y siente que es un hijo de Dios; sin embargo, después descienden las nubes, pierde toda su seguridad y le parece no saber nada. Camina a la luz del sol, está abrumado por la luminosidad y el calor de los rayos solares y piensa cuánto tiempo durará esta experiencia desigual y este violento álternar de opuestos.
No obstante, una vez captado el hecho observa el efecto de los impulsos cíclicos y de la meditación del alma sobre su naturalezaforma, se le aclara el significado, comprende que el aspectoforma falla en responder, y su reacción a la energía es despareja. Entonces aprende que cuando pueda vivir en la conciencia del alma y alcanzar a voluntad esa "altitud elevada" (si puede expresarse así), las fluctuaciones de la vidaforma ya no lo afectarán. De este modo percibe el estrecho sendero del filo de la navaja que lo lleva desde el plano de la vida física al. reino del alma, y descubre que cuando pueda hollar el sendero con firmeza, será conducido fuera del mutable mundo de los sentidos, hacia la clara luz del día y al mundo de la realidad.
Tratado sobre Magia Blanca, pág 58/9

martes, 9 de enero de 2024



t

EL LIBRE ALBEDRIO
Podría decirse que dentro de los límites de la sabia orientación del hombre inteligente existe el libre albedrío, en lo que concierne a la actividad del reino humano. Allí donde no existe actividad mental ni facultad para discriminar, analizar y elegir, no hay libre albedrío. Sin embargo, dentro de los procesos más vastos del Plan, incluyendo toda la evolución planetaria, no hay libre albedrío para el pequeño ente, el hombre, el cual está sujeto a lo que llamamos "actos de Dios", ante los cuales no tiene defensa, escapatoria ni elección. Esto encierra un indicio de la actuación del karma en el reino humano; el karma y la responsabilidad inteligente están inextricablemente tejidos y entretejidos.
La gran diferencia que existe entre el reino humano en los tres mundos y los otros reinos de la naturaleza, es el libre albedrío. En la cuestión muerte, el libre albedrío tiene, en último análisis, una definida relación con el alma; la voluntad del alma se cumple consciente o inconscientemente, en lo que su decisión de la muerte concierne, y esta idea contiene en sí muchas implicaciones sobre las cuales los estudiantes harían muy bien en reflexionar.
Es imposible predecir lo que hará el género humano, debido al factor del libre albedrío.
Los siguientes puntos resultarán difíciles de captar, pero son de suma importancia:
En el sendero de la evolución, el ser humano es influido desde arriba hacia abajo; el iniciado es dirigido desde adentro hacia arriba. Esto describe el significado subyacente de la energía del libre albedrío, siendo solamente posible por la autodirección, energía que actualmente lucha por expresarse en ese gran discípulo mundial, la Humanidad.
Los hombres deciden por sí mismos la acción directa, hacen su propia elección y ejercen sin impedimento el libre albedrío que pueden poseer en un momento dado.
El Cristo y la Jerarquía espiritual nunca -no importa cuán grande sea la necesidad o la importancia del estímulo han infringido el derecho divino de los hombres a tomar sus propias decisiones, ejercer su libre albedrío y alcanzar la libertad, luchando por ella en forma individual, nacional o internacional. Cuando la verdadera libertad reine en la tierra veremos el fin de las tiranías, política, religiosa y económica, no me refiero a la democracia moderna como una condición que satisface la necesidad, porque la democracia es en la actualidad una filosofía anhelante y un ideal no logrado. Me refiero a ese período que ciertamente vendrá, en que gobernarán personas iluminadas, las cuales no tolerarán el autoritarismo de la iglesia ni el totalitarismo de ningún sistema político; tampoco aceptarán o permitirán la férula de ningún grupo que les diga lo que deben creer para ser salvados, ni cuál es el gobierno que deben aceptar. Cuando la verdad sea dicha a los pueblos y éstos puedan juzgar y decidir libremente, veremos un mundo mucho mejor.
La Jerarquía -debido al divino principio del libre albedrío en la humanidad- no puede predecir cómo actuarán los hombres en momentos de crisis, ni puede obligar a seguir la buena senda de la vida contra el deseo normal humano, porque las buenas acciones deben llegar desde lo más profundo del pensamiento y sentimientos humanos y surgir como un esfuerzo libre y no dirigido; la Jerarquía no puede dar los pasos que impidan a los hombres cometer errores, pues los hombres por los errores cometidos se dan cuenta "a través del mal, que es mejor el bien", según lo expresó un gran poeta iniciado.
Referencias:
Tratado sobre los Siete Rayos Tomo II Pág. 36
Tratado sobre los Siete Rayos Tomo IV Pág. 188
Tratado sobre los Siete Rayos Tomo V Pág. 196, 465. 525
La Reaparición de Cristo Pág. 143
La Exteriorización de la Jerarquía Pág. 523